CARTA PARA MI PRIMER AMOR...
Y aquí es donde todo acaba. Llegamos justo al punto en donde ya no hay retorno porque todo lo dicho y todo lo hecho, hicieron efecto. Estamos aquí, parados en medio de eso que tuvimos y que fue perdiendo poco a poco su forma y su color hasta convertirse en nada.
Aquí, es donde damos la media vuelta y continuamos, solos, como al inicio, para volver a ser un par de extraños, pero que ahora tienen memorias en común. Yo me alejo y tú también. Nos perdemos de vista y comienza a aparecer el vacío que se llena con la ausencia del otro, tan fuerte y tan fría, para acompañarnos en nuestro nuevo andar.
En esta parte, tendremos que desaprender muchas cosas y aprender de nueva cuenta muchas otras. Yo, por ejemplo, tendré que acostumbrarme de nuevo a estar sin ti. A levantarme por las mañanas y servir una taza de café en lugar de dos y, probablemente, empiece a darme cuenta que en realidad desde hace tiempo dejó de haber espacio para ambos en este vals. Dejamos de ser un “nosotros” mucho antes de dejarnos.
Por tu parte, harás lo mismo. Comenzarás nuevamente a ser un “tú” nada más y tendrás que aprender a vivir con el hecho de que ya no estaré ahí, ocupando el otro lado de la cama cada amanecer. Que habrá más espacio en el armario y también en el librero. Te verás rodeado de todos esos espacios que eran míos, y que ahora, deberás hacer tuyos otra vez.
Yo sé que me amabas y también yo a ti. Sé que me extrañas y por eso a ratos todavía me piensas; me jalas de nuevo a tu mente y me contemplas sin saber qué hacer, entonces desaparezco y se vuelve a repetir. Nos extrañamos, lo sé, pero nada se puede hacer ya.
Si alguna vez me vuelvo a cruzar en tu mente o si de repente me ves vagando por ahí, entre las memorias de los dos, abrázame. Mándame amor y luz para luego dejarme pasar y soltarme. Será un pequeño ritual que no va a durar siempre, porque en esta vida nada dura. Regálate el permiso de soltarme. Déjame ir. Vete tú también y comienza de nuevo sin mí y sin nosotros, pero contigo.
Confía en que pronto sanará y dejará de doler, igual que las huellas sobre la arena, todo va a pasar y regresarás. No permitas que esto te saque de tu centro, porque yo tampoco lo voy a permitir. Y aunque duele, sé que habrían dolido más otras cosas si nos hubiéramos quedado.
Pero descuida, porque un día, cuando menos lo esperes, te levantarás un domingo y verás que ya no me necesitas y que ya no me extrañas. Te vas a curar de mí porque ya no te haré falta todo el tiempo. Ya no esperarás llamadas mías y dejarás de revisar el celular cuando llega un mensaje porque sabrás que no son más mis respuestas.
Abandonarás por completo la idea y la ilusión de ese “nosotros” que alguna vez fuimos y te dirás: “¡por fin, ya pasó, ya fue, estoy de vuelta”. Hazlo, porque ese día vas a poder continuar en paz y a lo lejos, sin que lo sepas, me alegraré porque yo también lo haré. Volveremos a sonreír cada quien desde su pedacito de mundo, ese que alguna vez fue de los dos. 

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