SIEMPRE VOY A DECIRTE QUE SI

Me ha tomado tiempo, pero al fin decidí venir hasta aquí para decirte y confesarte que es cierto, que no puedo y jamás podré decirte que no. Que en realidad no sé cómo hacer para dejar ese viejo y gastado vicio de acceder ante ti y boicotearme cada vez que apareces.
Durante mucho tiempo fuiste esa puerta entreabierta que por mala curiosidad, siempre terminaba abriendo y cruzando, aunque lo que hubiera del otro lado terminará devorándome, para luego juntar mis pedazos y quedar listo, en espera impaciente de tu llamado y responderte de inmediato otra vez.
Algunas veces pienso que eres como ese acantilado, escarpado y profundo, en el que irremediablemente caeré por no poder cruzar de un salto, y aún así, lo vuelvo a intentar, probablemente por tener la falsa esperanza de que tu mano estará del otro lado para sujetarme justo antes de caer, o, simplemente por el placer que me causa el dolor que tu me causas y del cual a veces no sé cómo escapar, a pesar de mis ganas por hacerlo.
La verdad, es que siempre voy a decirte que sí a todo, porque descubrí que en el camino de querer amarte, tuve que dejar de amarme a mí y creo que no ha sido buena idea. Por eso sigo aquí, tras tus pasos, respondiendo a tu llamado sin importar cuánto tarde en llegar, sin importar que una parte de mí muera cada vez que ocurre.
Es como si te diera el permiso de tomar mi oxígeno para que respires tú, aunque me asfixie yo. Así fue y así ha sido todo este tiempo, donde he dejado que algo de ti acabe poco a poco conmigo y que eso de mí, se muera contigo, para luego revivirlo y repetir el ciclo una vez más.
Puedo decirte con toda certeza que me perdí al encontrarte a ti y no he podido encontrarme de nuevo, por eso te convertí en mi punto de eterno retorno, para regresar siempre a ti y acariciar, al menos por instantes, esa parte de mí que ahora es tuya y no sé cómo recuperar. Y te digo que sí, para no separarme de ese “yo” que arrebataste porque así lo permití.
Si me dices que vuelva, yo vuelvo. Si me dices que te acompañe, te acompaño. Si me pides que te siga, yo te sigo. Lo haré a pesar de saber de antemano que a mitad del camino volverás a irte y me dejarás a la deriva, sin mapa y sin brújula, para luego regresar justo en el momento donde logre pegar mis partes rotas, que nuevamente volverás a romper, porque así funciona lo nuestro, que siempre fue más tuyo que mío por tener tus reglas.
No sé si un día sea capaz de decirte que no, pero sé que me estoy cansando. Ya no quiero verme roto ni con grietas que con facilidad haces más profundas cada que apareces. Ya no.
Me he dado cuenta muy bien de todo lo que he permitido y lo que he dejado de hacer con tal de no dejarte ir. Pero creo que esta vez quien tiene que irse soy yo, alejarme tanto como pueda para evitar ser presa una vez más de tus propuestas que sabes, no podré rechazar.
Así que sin saber cómo, he empacado mi dignidad, o lo que queda de ella, y me voy. Me voy a donde no puedas encontrarme ni alcanzarme para no tener que sufrir un nuevo “sí” que en realidad debería ser un “no”.
Tal vez con ayuda del tiempo y la distancia, encuentre la voluntad que perdí contigo para un día definitivamente decirte que no y será un no a todo. Por lo pronto y mientras aprendo a hacerlo, por mi bien y porque sé que  así debe ser, me marcho lejos de ti.
¿Estoy huyendo? Probablemente, porque por el momento no sé cómo enfrentarte, y es la única salida que me queda después de haberte cedido todo mi poder que al final, usaste y seguirás usando en mi contra cuando vuelvas si yo sigo aquí. Y cuando eso suceda, porque sucederá, ya no quiero estar y muy en el fondo una parte de mí, esa que logré conservar conmigo, se alegra de que así sea.
Así que emprenderé ese viaje que debí emprender hace tiempo para recuperarme y reencontrarme, y seguro lo haré. Me voy antes de que vuelvas a sacarme otro “sí” de los labios y antes de arrepentirme otra vez.
Recorreré el camino entero para aprender de nuevo y así estar preparado para cuando aparezcas una última vez y que entonces, mis labios por fin puedan pronunciar todos los “no” que por tonto callé.
Aún no sé cómo ni cuándo, pero te aseguro que un día con otro, tendré el valor para reconocer lo que siempre fuiste, lo que eres y siempre serás: ese lugar al que definitivamente no debo  volver.

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